A Internacional

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segunda-feira, fevereiro 14, 2011

Introducción al enfoque del sistema mundial


Aire fresco para el marxismo y la teoría crítica radical en tiempos de crisis con burbujas pero sin brújulas
Jueves 16 de diciembre de 2010 por CEPRID
Jon Juanma
CEPRID
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El enfoque metodológico de análisis del sistema mundial o sistemas-mundos fue inaugurado por la obra “The Modern World-System, vol. I: Capitalist Agriculture and the Origins of the European World-Economy in the Sixteenth Century” del sociólogo estadounidense Immanuel Wallerstein. En este primer volumen de su trilogía sobre el sistema-mundo contemporáneo inicia de algún modo el punto de partida de este método de análisis que actualmente es muy valorado por historiadores progresistas, y cada vez es más reconocido en las ciencias sociales en general, con especial énfasis en el estudio de las relaciones internacionales.
Sus orígenes se remontan con fuerza a la economía política marxista (de la que hereda su estructura principal), junto a las aportaciones historiográficas tanto de Braudel como del resto de autores nucleados en torno a la “École des Annales” y la Teoría de la Dependencia que se empleó con especial fuerza en la década de los 70 del siglo pasado para explicar las causas del “subdesarrollo” de los países de la periferia. En algunos autores del enfoque, también resultan de importancia las investigaciones aportadas por los ciclos económicos de Kondrátiev y la obra del intelectual heterodoxo Karl Polanyi.
Posteriormente a la irrupción de la obra de Wallerstein, otros importantes autores como el egipcio Samir Amin, el alemán Andre Gunder Frank o el italiano Giovanni Arrighi han ampliado esta visión y polemizado sobre la misma enriqueciendo el conjunto de su acervo teórico. Otros, como el geógrafo marxista estadounidense David Harvey o el economista e historiador belga Ernest Mandel, también han sido influidos por este enfoque. Actualmente destacan además de algunos de los anteriores “pesos pesados” otros nombres interesantes como el historiador y sociólogo de la Universidad de California Christopher Chase-Dunn que desde una perspectiva heterogénea ha realizado aportaciones muy valiosas y provocadoras para el debate, advirtiendo por ejemplo los ciclos entre capitalismo e intentos de socialismo hacia una democracia global o el originario chino Minqi Li 1 el cual desde el marxismo, armado de una sólida cultura académica y popular a la par que un profundo conocimiento de la realidad sobre la que versan sus investigaciones, critica a China como un estado burocrático-capitalista, atacando el pensamiento de la Triple Representatividad del ideólogo oficialista chino Jiang Zemin (antiguo Secretario General del PCCh y Presidente de la República). Li avizora que este enorme país será el garante del fin de capitalismo de diversos modos, con especial importancia debido a los límites ecológico-económicos que impondrá a su reproducción sistémica. Minqui Li propone que a mediados del siglo XXI la única salida para la civilización será la adopción de un sistema socialista mundial. Por otro lado, en lengua castellana han destacado autores como el uruguayo Eduardo Galeano (con su clásico “Las venas abiertas de América Latina” que fue asesorado por el mismísimo Frank) o el español José M. Tortosa, entre otros.
De cualquier modo, en tanto que es una perspectiva o enfoque y no tanto una propuesta teórica “acabada” o “principal”, hay muchos autores influidos por ella que difícilmente podríamos incluir sólo como autores pertenecientes al enfoque del sistema-mundo, pero que sin duda han sido inspirados por el mismo. De hecho, en la actualidad, diversos autores marxianos o marxistas (según se prefiera) han bebido ampliamente de este enfoque en sus reflexiones posteriores a los años ochenta y noventa, como es el caso sin ir más lejos del citado anteriormente Samir Amin.
Pasemos ahora a relacionar los principales planteamientos compartidos por la mayoría de sus teóricos al respecto del sistema mundial, sus principales tesis:
1. En nuestros días, el mundo se basa en un único sistema económico capitalista (sistema-mundo), el cual marca las principales reglas del juego político y sobre todo económico, incluso en aquellos países que pretenden estar fuera de la lógica del sistema (como los autoproclamados “socialistas” u otros de pretensiones más o menos autárquicas). El sistema mundial se basa, por tanto, en una economía-mundo capitalista. Ello no significa que no existan agentes sociales o políticos no-capitalistas que controlen ciertas partes de las maquinarias de un determinado Estado (como las repúblicas de Cuba, Chipre o Venezuela), pero se hallan en un sistema mundial o sistema-mundo de predominio y funcionamiento capitalista. Lo que por supuesto, y como el auténtico precursor de los sistemas-mundo, Marx, afirmaba, traería contradicciones muchas veces irresolubles en esos países (turismo o remesas capitalistas en Cuba por ejemplo) al no ser potencias económicas desarrolladas y además unidas en una misma economía mundial de predominio socialista. Esto es así porque el comercio entre un país pretendido “socialista” y uno capitalista se producen bajo premisas y precios moldeados en el mercado capitalista mundial y con una determinada divisa o divisas procedentes de estados capitalistas centrales. Pero no sólo por razones economicistas, sino militares, de inteligencia, culturales, etc, la hegemonía no les pertenece en casi ningún aspecto de la vida social en un mundo cada vez más conectado donde la “pureza autárquica” es prácticamente imposible. De esta manera los gobernantes pretendidamente “socialistas” no pueden escapar de la lógica capitalista al no ser autosuficientes y si se mantienen en el poder como “el menos malo de los males” suelen llegar a contradicciones entre teoría y praxis que si el pueblo tiene oportunidad de expresar, cansado de tanta falsedad y promesas grandilocuentes, suelen llevarlos a la oposición política. Por tanto bajo el prisma de los sistemas-mundo, no puede existir socialismo en un solo país. En este sentido Wallerstein afirmaba que no hubo en el siglo XX 2 economías socialistas, sino más bien “movimientos socialistas [o autoproclamados “socialistas”] que controlan [controlaban] ciertos aparatos del Estado en el seno de la economía-mundo” (Wallerstein, 1979:494). Nada más, y nada menos. Esto explicaría las frustraciones y fracasos de aquellos que han pretendido/pretenden construir el socialismo en un solo país, vericueto que el mismo Marx descartó como imposible antes que los nacional-estalinistas durante el siglo XX se esforzaran por afirmar lo contrario para hacer casar sus aspiraciones totalizadoras de poder ajenas a los intereses de la clase que decían/fingían representar, con una teoría manoseada, reduccionista y pétrea que cambiaba según lo hacían las “condiciones objetivas”... de la élite del “Partido”, por supuesto.
2. El marco de análisis por países empleado en disciplinas como la Economía, la Historia, la Sociología y la Geografía, entre tantas otras, basado en los Estados-Nación o Estados multinacionales, tan habitual en las ciencias sociales, es erróneo e infructuoso para entender los móviles y los agentes de los sucesos sociales contemporáneos. Es inútil saber mucho sobre la realidad y la historia de Nepal, por ejemplo, si no sabemos de sus relaciones con sus vecinas India y China o incluso con la potencia hegemónica en declive de los Estados Unidos, pese a su distancia geográfica. La realidad de las transformaciones locales y regionales obedecen por tanto mucho más a los cambios en el conjunto del sistema mundial que a los cambios en la política “nacional” de esos países (como se está demostrando con la presente crisis económica con los llamados “PIGS”), si bien estos últimos cambios también afectan y repercuten no sólo sobre el país en cuestión sino sobre el sistema internacional. El enfoque de los teóricos del sistema mundial es decididamente holístico y basa su comprensión en una dialéctica constante entre lo global y lo local, primando el componente global como agente fuerte del análisis (Frank, 2008:370-371). El todo del sistema es más que la suma de las partes, y eso es lo que determina en mayor medida el comportamiento interno de cada parte (países, regiones e incluso ciudades) y las relaciones “externas” entre ellas (Ibíd, 99).
3. La división internacional del trabajo especializa a vastas zonas del mundo en relación con los intereses de las clases dirigentes de los países del centro del sistema en connivencia con las élites de la periferia (Tortosa, 2001:67-68 o Galtung, 1971). La riqueza o el desarrollo de unos va directamente ligado a la pobreza o al “maldesarrollo” de otros (Wallerstein, 1979:493).3 Las élites “fraternas” de los países del centro, la semiperiferia o la periferia siempre ganan, aunque con distinta intensidad. Las diferencias y las tragedias vienen sobre todo en las clases asalariadas de los diferentes países. Aquellos estados especializados en exportaciones de materias primas y productos no elaborados, tienen como consecuencia el perder en el sistema mundial, mientras que los que lo hacen con productos elaborados y de alta tecnología lo hacen en ganar (Wallerstein, 1979:493). No existen los unos sin los otros (Galeano, 1981:3). Además, los segundos suelen controlar la distribución y los precios de los productos de los primeros en el mercado mundial (Ibíd., 154-158).
4. La importancia en la colonización y explotación económica de Latinoamérica desde 1492 para todo el sistema fue clave para el desarrollo del mismo. En particular, para que la entonces paupérrima Europa fuera adquiriendo un papel predominante en el mercado mundial al llegar el siglo XIX con la eclosión de la llamada Revolución Industrial, gracias al comercio de la única mercancía en la que eran competitiva en el mercado intra-asiático (plata y oro) a la par que el “lucrativo negocio” del tráfico de esclavos entre África y América dirigido por los mismos mercaderes europeos (Frank, 2008:308-311). Europa pasó de una posición periférica respecto a Asia a una posición crecientemente central, proceso que muy probablemente se esté invirtiendo en nuestros días.
5. Los países más ricos que controlan el comercio de bienes mundiales se denominan “países centrales”, los especializados en materias primas y mercancías de bajo valor añadido se llaman “periféricos”, mientras que los que están a caballo entre unos y otros se conocen como “semiperiféricos” (Wallerstein, 1979:492). Aunque unos países pueden oscilar de una categoría a otra con el paso de los años o de un siglo a otro, generalmente lo hacen en períodos de mediana y larga duración del tiempo histórico (Íbid., 493). La analogía es la estructura de la sociedad de clases, en donde que un individuo cambie de clase social, no significa que cambie la estructura del sistema. Pues aquí igual, que un país pase de un estatus de “semiperiférico” a “central” o de “central” a “semiperiférico” no significa que dejen de existir estructuralmente en el sistema tanto los unos como los otros. Por ejemplo, vastas zonas del mundo podrán cambiar su estatus actual, incluida la actual, pero decadente potencia hegemónica de los Estados Unidos. Al igual que otros países, hasta ahora centrales secundarios, como el Reino de España o la República de Grecia ( o incluso centrales de primer orden como Reino Unido), podrían verse abocados a la categoría de semiperiféricos si las élites consiguieran seguir dejando a sus clases trabajadoras, anteriormente consumidoras, reducidas a mera fuerza de trabajo para la exportación, con un papel de consumidores francamente castrados en el mercado interno. En cambio, otros anteriormente semiperiféricos como Brasil o India pudieran hacerse centrales en un futuro próximo, pero seguiría existiendo tanto los unos (centrales) como los otros (periféricos y semiperiféricos), sólo que cambiarían la interpretación de los papeles en el “teatro mundial”, pero no la trama (la lógica sistémica capitalista) ni los escenarios (explotación, alineación, hambre, pobreza, guerras, etc).
6. Esta economía-mundo a diferencia de otros sistemas mundiales anteriores no se basa en la construcción de un imperio con un poder centralizado 4 sino en la flexibilidad que produce un capital descentralizado y desplazable a diferentes países dentro del sistema interestatal sin importar la suerte que corran los sistemas políticos de cada Estado-nación (o siendo secundario para la supervivencia del capital).5 La fortaleza del sistema-mundo capitalista, a diferencia de los imperios, se basa en definitiva, en que la perdurabilidad del mismo no queda adscrita a la suerte que corra un sistema político concreto, más bien se alimenta de esa heterogeneidad y consigue una gran impunidad a través de ella (Íbid, 490-491). De allí el poder de permanencia que ha disfrutado el capitalismo como sistema histórico en tanto no exista una hegemonía económica socialista que sólo se puede construir desde la solidaridad de las clases trabajadoras mediante un humanocentrismo internacionalista que actualmente se halla de facto prácticamente inédito y precariamente vertebrado, siendo la ideología nacionalista la dominante entre la mayoría de los sectores populares internacioanles, lo que viene a ser igual que decir, esclavos conceptuales de sus respectivas élites.
7. El Estado de los países del centro del sistema es fuerte mientras que el Estado de la periferia es débil (Íbid, 499).7 Esto tiene una importancia determinante tanto en el desarrollo social, educacional, militar, asistencial como cultural. Y el cultural se torna clave en un momento de la historia en que la mayor parte de la realidad que consideramos como tal es aprendida con la mediación de las industrias culturales hegemónicas, y no mediante nuestra experiencia directa como individuos y colectivos. No entraremos, para no extendernos y despistarnos de las claves de este trabajo, a analizar la naturaleza capitalista o democrática de cada Estado en tanto representatividad política de la soberanía nacional materializada en el conjunto de una ciudadanía con los mismos derechos legales (cosa que como sabemos es un mito incluso en los papeles, ya no hablemos de la realidad...).
8. El enfoque se basa en un entendimiento holístico y no eurocéntrico de la historia y el acontecer presente de la humanidad. 8 Como defendía Andre Gunder Frank se trata de substituir el paradigma clásico eurocéntrico por el humanocéntrico (Frank, 2008:34). 9 Pero lo dicho por Frank respecto al eurocentrismo, nos es valido, si no queremos ser eurocentristas por negación estática, de los asiacentrismos, americanocentrismos y otros chauvinismos más o menos velados que se nos puedan presentar sigilosamente como cercos conceptuales para el estudio de nuestras realidades contemporáneas. Este objetivo democrático e internacionalista choca con una producción y recepción folclórica de las mercancías culturales que juega en muchas ocasiones con la autenticidad y la marca de origen como estrategia publicitaria de un determinado Estado-nación, cuando no deja de ser falsa apariencia en tanto esas mismas mercancías se han diseñado y producido fuera de esas realidades nacionales. 10
Las principales divergencias entre los autores partidarios de este enfoque se centran a la hora de datar la génesis del sistema mundial, aquí podemos diferenciar tres fechas defendidas por sus principales autores (Tortosa, 2001:59-60):
1. Hace 5.000 años o más, por lo menos desde la Edad de Bronce. Posición defendida por Andre Gunder Frank con especial fuerza a partir de principios de los noventa del siglo pasado.
2. El largo siglo XVI (1450-1640), donde 1492 tiene una fecha clave como principio de la inclusión de toda América y posteriormente Australia en el “sistema-mundo capitalista” que se convertiría, según esta postura, en “sistema mundial” en los años siguientes. Al ser absorvidos el resto de sistemas económicos por la economía-mundo capitalista, ésta pasó a ser un único “sistema mundial” ya en el siglo XIX. Esta posición es defendida por el estadounidense Immanuel Wallerstein y el recientemente desaparecido Giovanni Arrighi, autor esencial en el estudio de los ciclos de expansión y contracción económica del sistema.
3. La industrialización inglesa clásica. Esta postura, sin oponerse a las observaciones de Wallerstein, prefiere enfatizar el componente del industrialismo como origen de esta economía-mundo y localiza su génesis en la Inglaterra del siglo XIX estudiada por Marx en “El Capital”. Su defensor más conocido es el egipcio Samir Amin.
La posición mayoritaria seguida por los teóricos adscritos al enfoque del sistema mundial es una combinación entre la segunda de Wallerstein y la tercera de Amin. De todos modos, como dice Tortosa, no es descartable una combinación flexible de todas para acercarnos a un modelo teórico más útil de cara a lo que fue la conformación del sistema mundial y el “maldesarrollo” (humano) del mismo:
No es imposible pensar, en efecto, que un sistema-mundo particular mostró, casi desde el principio, algunas características particulares en el terreno de la acumulación de capital y la estructuración centro-periferia. Dichas características se habrían mantenido hasta nuestros días, pero se habrían visto aceleradas por el “milagro europeo” (un cambio de centro, no de sistema, pero catastrófico) sobre todo desde el ángulo de la expansión, aunque teniendo esa aceleración efectos muy evidentes en el nuevo funcionamiento del sistema. La Revolución Industrial habría sido la culminación del proceso (Tortosa, 2001:61-62).
Es por ello que pensamos que es más lo que les une que aquello que les separa, y aunque existen más diferencias entre los principales autores y corrientes dentro de este enfoque como la existencia o no de un sistema mundial a partir de la creación de rutas comerciales que conectaran todas las áreas del globo mediante el comercio de bienes de lujo o por el contrario, con el desarrollo de la tecnología y el abaratamiento del transporte, rutas transnacionales de bienes de primera necesidad (Frank, 1993:294), el mayor o menor peso del capitalismo como sistema realmente diferenciable de los anteriores (Frank, 2008:360; Amin, 1974:173 y Wallerstein, 1979:494), la diferencia entre “sistema-mundo”, “imperios-mundo” y “sistema mundial” (sin guión) (Wallerstein, 1979:490-491 y Frank, 1993:297-307), etc.
Pero sin duda, y recapitulando, es mucho más aquello que poseen en común, en especial a la hora de utilizar las herramientas anteriormente enumeradas para analizar el presente. Las divergencias se centran más en el origen de este sistema y no tanto en su funcionamiento actual, en donde las diferentes versiones, además de enriquecedoras, pueden resultarnos complementarias para entender la dialéctica entre el conjunto del sistema y sus partes, y en las relaciones de éstas últimas entre sí. Por supuesto en tanto marxistas, sin perder de vista que la principal contradicción se produce con el antagonismo entre capital y fuerza de trabajo. De hecho, esta perspectiva nos hace entender mucho mejor, rescatando el genuino significado que la previsión de Marx tenía cuando afirmaba que el capitalismo crearía una polarización creciente en el sistema que empobrecería a las capas medias. Los críticos liberales achacaron que esto había sido un gran error de previsión de Marx cuando fue evidente que durante la segunda parte del siglo XX las clases obreras europeas mejoraron sus niveles de vida. Pero he aquí el corto alcance de la mirada eurocéntrica de los mandarines de la burguesía o la óptica económica liberal. La luz llega cuando entendemos que esa polarización se produce a nivel macro, mundial, sistémico. El estado del bienestar aceleró la polarización capitalista mundialmente, sembrando la financiarización de la economía que nos llevó a la presente crisis. Como afirma David Harvey, el capitalismo no resuelve sus contradicciones, sino que las desplaza geográficamente. Y eso es justo lo que pasó con los “Estados del Bienestar” durante el pasado siglo: se mejoró el nivel de vida de las clases obreras del centro a costa de hundir más a las clases obreras de la periferia, de pauperizarlas objetivamente, obteniendo como resultado un declive promedio de la calidad de vida de “la clase trabajadora internacional”. El excedente era repartido como sigue: el pedazo más prominente de la tarta para las élites capitalistas del centro, seguidas de las élites capitalistas de la periferia, las clases trabajadoras del centro y por último las clases trabajadoras de la periferia, por supuesto simplificando y obviando todas las capas medias que sólo restaría ponerlas en los lugares consecuentes con la dinámica aquí señalada. A todo este conjunto de factores hay que añadir el freno que suponía para el Capital las economías del “socialismo real” de los estados del Pacto de Varsovia, más cerradas (que no impermeables) a la lógica cruda del capitalismo, al margen de la opinión política que nos mereciesen.
Estamos convencidos, concluyendo, que esta visión holística del sistema internacional y sus partes nos permitirá entender mucho mejor hechos que se están sucediendo actualmente en nuestro sistema-mundo capitalista a partir de la crisis internacional que comenzó en 2007 (como la relación entre las deudas nacionales y los acreedores internacionales) y en la que nos hallamos inmersos todavía, sin saber cuándo ni cómo saldremos de ella. Asimiladas las principales características del enfoque aquí sistematizado, hará falta preguntarse “quiénes” somos ese “nosotros” implícito (clase, estrato, capacidades individuales) y “dónde” nos encontramos en el mismo (zona central, semiperiférica o periférica más posición socioeconómica de nuestra individualidad concreta).
El sistema nunca volverá a ser lo que era, al desplome de la potencia hegemónica de los EUA se suma la no claridad de una candidata concreta a sucederle, 11 si bien las dos mejor posicionadas se hallan en Asia, como son India y China. Viviremos tiempos convulsos donde se intuye que habrá mucho sufrimiento. En nuestra mano está hacer fuerza para que el nuevo sistema que suceda al actual sea lo más benigno posible para el ser humano. Es lo que Wallerstein llama nuestras posibilidades ante la “bifurcación histórica” y Bobbio denominaba abandonar los “caminos bloqueados”. Similar por otra parte, aunque mucho más ilustrativo, con aquel “Socialismo o Barbarie” con el que Rosa Luxemburg nos advertía de nuestras posibilidades futuras como civilización homínida.
Los de arriba, que llevan siglos jugando al Risk con nuestras vidas, no se preocuparán por usted ni los de su clase, pero la única pregunta pertinente que resta por hacerle es si usted sí lo hará, si su conciencia y sentido de la responsabilidad colectivo alcanzará la altura del amor que dice sentir por sus seres más queridos. Pregúnteselo antes de que sea demasiado tarde, para todos, por todos.
* Jon Juanma es el seudónimo de Jon E. Illescas Martínez, licenciado en Bellas Artes, artista plástico creador del Sociorreproduccionismo Prepictórico, analista político y cultural, teórico del socialismo democrático. Investigador en la Universidad de Alicante.
Para contactar con el autor: jonjuanma@gmail.com
** El presente trabajo ha sido finalizado el 1 de diciembre de 2010. Está basado en el epígrafe “El concepto de sistema mundial o sistema-mundo” del trabajo de investigación “Las industrias culturales hegemónicas como generadoras de un nuevo concepto de “lo latino” en el sistema mundial: el caso del videoclip en la primera década del siglo XXI” (2010) del mismo autor, financiado por la Fundación CajaMurcia. Si bien el presente texto ha sido adaptado y ampliado allí donde se ha considerado oportuno.
Notas:
1. Minqi Li comenzó siendo un estudiante neoliberal, defensor de las doctrinas de la Escuela de Chicago y fue detenido en 1990 después de participar en varios de los sucesos de Tiannamen del año anterior exigiendo democracia política. Durante su estancia en prisión se hizo marxista después del estudio de lecturas de Karl Marx y Mao Tse-Tung entre otros. Al salir de la cárcel, en 1992, dedicó los siguientes dos años de su vida a estudiar la situación de la clase trabajadora china y a exponer sus puntos de vista con los disidentes liberales hasta que rompió con ellos al no producirse ningún tipo de entendimiento. Li a partir de allí se consideró asimismo como un “marxista revolucionario” y actualmente trabaja como profesor asociado de la Universidad de Utah después de doctorarse en la de Massachussets en el 2002. También labora como periodista y traductor de obras extranjeras al chino.
2. Ni por extensión, basándonos en su argumentación, en los siglos venideros, incluidos el presente.
3. José María Tortosa y otros como el economista ecuatoriano Alberto Acosta dirían “maldesarrollo”, haciendo ver que el “desarrollo” de unos (que tampoco lo consideran como tal) es el “maldesarrollo” de otros y en general el “maldesarrollo” global de la mayoría del sistema-mundial (Tortosa, 2001:59).
4. Como pudieron ser mientras duraron el Imperio Romano o el Imperio Inca, estados centralizados que controlaban mini-sistemas de otros pueblos mediante la amenaza en último término de la coacción. Y donde el emperador o principales dirigentes (algunos defienden que el Imperio Inca era una deicracia) tenían de vasallos a otros reyes o grandes príncipes.
5. Este punto está perfectamente expresado en: VITARELLI, Marcelo Fabián, “El sistema-mundo: un giro en la historia del pensamiento económico desde la perspectiva de Immanuel Wallerstein”. EUMED: http://www.eumed.net/eve/resum/06-04/mfv.htm (consultado el 20/08/2010)
6. No en el sentido del Welfare-State o Estado del Bienestar, sino en el de maquinarias con un nivel de funcionariado y competencial importante que les permita amoldar los intereses comerciales en el mercado mundial, estableciendo reglas favorables y extrayendo un mayor excedente de la riqueza generada en los países de la periferia que permita el intercambio desigual y las ventajas comparativas.
7. Y con el Estado todas las instituciones dependientes presupuestariamente del mismo. No nos referimos sólo al ejército y las áreas clásicas de la geopolítica, sino al área cultural que también nos compete en las zonas industriales especialmente diseñadas para las IICC con la logística adecuada la cual frecuentemente requiere de inversión pública (carreteras, comunicaciones especiales, accesos, etc) o incluso universidades y centros de observación e investigación, etc. Así mismo sucede en el sentido de la producción y recepción cultural destacan por ejemplo las políticas públicas de defensa de la “identidad nacional”, como serían todas aquellas que un gobierno como el francés implementa frente a la cultura estadounidense dominante en el mercado internacional. Esto es, mecanismos reguladores del comercio, la cultura, etc que tienden a poner límites a un comportamiento de “libre competencia” que consideran puede dañar los intereses culturales del Estado-nación. Es interesante leer la argumentación de un conocido director español a favor de la excepción cultural garantizada por el Estado contra la libre competencia controlada por la hegemonía norteamericana en los mercados occidentales: TRUEBA, Fernado (2004), “¡Viva la excepción cultural!” El País: http://www.elpais.com/articulo/opinion/Viva/excepcion/cultural/elpepiopi/20040820elpepiopi_6/Tes (consultado el 24/08/2010)
8. Esto a llevado a que algunos de los referidos autores, compitiesen en polémicas entre ellos por ver quién era el menos eurocéntrico de todos como fue el caso de las acusaciones eurocéntricas de Frank a Wallerstein y las defensas de éste último (Frank, 1993:295)
9. Algo que tendría su relación con el humanocentrismo de Marx o Bakunin con la clase trabajadora, en el siglo XIX, lo que ellos llamaron “internacionalismo”. Sin embargo, la visión de Frank transciende las clases, sin por ellos ser nacional-interclasista, refiriéndose principalmente a la dicotomía “nacionalismos versus el ser humano internacioanl.”
10. Es como todo ese souvenir de “lo español” o “lo francés” que se vende en las principales zonas turísticas y que en realidad han sido producidas en otras zonas del sistema (por ejemplo China u otros países orientales) pero que se venden como productos autóctonos. Esta es la compleja realidad de las relaciones internacionales (económicas, culturales, comunicacionales, etc) que el enfoque del sistema mundial empleado en este trabajo nos ayudará a observar más allá de las (falsas) apariencias.
11. Incluso Wallerstein afirma que no habrá ninguna sucesora, como sí argumentaba Arrighi, ya que para el norteamericano la debacle de la actual potencia hegemónica llevará al fin del sistema en si, cosa que no sucedió cuando se hundieron las potencias hegemónicas que eran en su momento histórico el Imperio español, el holandés o el inglés. Se puede ver la entrevista que tuvo con Elizabeth Carvalho en inglés, subtitulada al portugués en el siguiente enlace:
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