Después de la caida de Wall Street en el 2007, se profundiza la debilidad del sistema capitalista, ahora presente en los paises europeos con la caida de las bolsas bursátiles en Grecia .
Haití no es
el único rincón del planeta en el que cunde el pánico con cada nuevo temblor,
también sucede en Europa y todo el mundo capitalista, cuando las bolsas de
valores de algún país caen o cuando alguna institución financiera se derrumba,
el pánico se apodera de los especuladores y jefes de Estado burgueses. Ahora el
temblor financiero tiene su epicentro en la zona más vulnerable de la Comunidad
Económica Europea: Grecia, Portugal y España, países que junto con Irlanda son
conocidos peyorativamente como el bloque “PIGS”, que en ingles significa
cerdos.
En la primera semana de febrero, los indicadores bursátiles de estos países cayeron bruscamente. El Atenas General lo hizo un 8,3%, alcanzando su mínimo en nueve meses; el español Ibex 35 en 7,7% con una disminución el día cuatro de 5,7%; y el portugués PSI 20 un 7,2%. Los dos países de la península ibérica anotaron sus niveles más bajos en siete meses. El impacto fue generalizado: el norteamericano Dow Jones descendió por debajo de los diez mil puntos, por primera vez en tres meses; el FT SE Eurofirst 300 también registró su mínimo en noventa días; las cotizaciones de commodities igualmente descendieron. En el caso del cobre en la semana analizada se contrajo un 8,9%.
La divisa
más golpeada fue el euro, disminuyendo en 1,5% con relación al dólar y un 2,8%
en comparación con el yen japonés. La libra inglesa experimentó un descenso de
2,3% frente al dólar. Como ha pasado a ser habitual cuando recrudece el riesgo
los inversionistas se movieron hacia la divisa norteamericana y bonos soberanos,
particularmente los estadounidenses.
Los
movimientos especulativos alcanzaron a los títulos de deuda pública. En los
tres países los seguros contra cesación de pagos (CDS, según su sigla en
inglés) batieron récords. Los CDS constituyen un instrumento financiero al cual
se asigna cada vez más importancia como indicador de riesgo en un país.
Permiten protegerse ante moratorias de pagos, pero también se utilizan con
fines especulativos para apostar contra bonos soberanos. En países como España,
Portugal o Gresia la presión especulativa fue a su debilitamiento. Son más
volátiles que los bonos soberanos, dado que tienen una mejor liquidez y, por
tanto, cualquier hecho que influya en ellos conduce a una oscilación más
acentuada. “Los problemas de los mercados de deuda pública – escribió Claudi
Pérez, analista económico de El País – empiezan a parecerse peligrosamente a
los ataques especulativos contra el sector financiero de hace un año y medio”.
Es decir, su preocupación es que se repita el cuadro de pánico registrado
después de la quiebra de Lehman Brothers, ahora teniendo como origen los
títulos públicos.
El pánico ha
llegado a plantearse escenarios catastróficos, como que sería el inicio del fin
de la Comunidad Económica Europea, o por lo menos de su moneda común.
Como lo
sostiene Carlos Alvarado Santana, en su ensayo “La crisis actual del
capitalismo”, publicado por ediciones Ere, las soluciones que se vienen
adoptando en el objetivo de frenar la crisis, y por supuesto remendar el
sistema capitalista e imperialista, constituyen más combustible al fuego”. Y se
refiere a que lo que ahora se vive en la eurozona es nada más que los efectos
de una crisis que se presentó en Estados Unidos desde mediados del año 2007, y
esa a su vez fue consecuencia de crisis anteriores. “Generalmente cada
recuperación económica ha sido continuada de otras crisis, siempre más grave y
violenta que la anterior”, sostiene Alvarado. Así, podemos observar la ruta que
llevó a la llamada “crisis de la deuda” de 1982, la crisis de la bolsa de Wall
Street en 1987, la crisis de la llamada “burbuja inmobiliaria” japonesa de
1990; la crisis del sistema monetario europeo de 1992; la crisis “tequila” de
México de 1995, la crisis asiática de 1997, la crisis rusa de 1998, la crisis
de las empresas “punto com”, la crisis “tango” de Argentina de 2001. Todas
ellas se expresaron de forma violenta y fueron engendrando la crisis cíclica
actual.
Las quiebras
privadas ahora se volvieron quiebras públicas~
Luego de la
caída de Lehman Brothers a fines de 2008 y el fin de la burbuja inmobiliaria
que dio pie al inicio de la recesión económica mundial más profunda, según
varios analistas, desde la crisis de los años ‘30, los principales Estados
capitalistas evitaron una depresión al costo de convertir deuda privada en
deuda pública. Tanto en Estados Unidos como en los países que integran la Unión
Europea y Japón, las principales bancas de inversión, aseguradoras y bancos
comerciales (aunque también empresas como General Motors) evitaron la quiebra a
través del salvataje estatal.
Planes de
estímulo fiscal y tasas de interés históricamente bajas constituyeron
mecanismos claves para reanimar la demanda y el crédito. Evitando un
saneamiento de capitales en la magnitud que la crisis lo exigía, lograron
contener el curso depresivo de la economía, pero al mismo tiempo trasladaron el
problema a otra parte, sin lograr resolverlo en su lugar de origen. Y
efectivamente parte de la crisis se traspasó del sector privado al sector
público, es decir, al Estado. Los déficits fiscales y las onerosas deudas
públicas devienen ahora el sector más vulnerable de la economía. El mercado de
deuda pública bajo la forma de títulos, bonos y otros instrumentos financieros
funciona de manera similar a cualquier otro mercado de capitales y dado que los
ataques especulativos se dirigen hacia puntos críticos del sistema, puede sostenerse
que “(…) los problemas en los mercados de deuda pública empiezan a parecerse
peligrosamente a los ataques especulativos contra el sector financiero de hace
año y medio” (El País, 4/02)
La
intervención de los Estados para contener el curso de la crisis arroja un
resultado de dos caras: contiene la caída de los negocios privados a costa de
absorber la crisis e incentivar la gestación de una nueva burbuja de deuda
pública. El problema reside en que, por un lado, la deuda pública constituye,
como decía Marx, el más ficticio de todos los capitales ficticios ya que carece
de cualquier tipo de contraparte real. Por otro lado, en el primer acto el
Estado actuó como garante de los negocios capitalistas; en un segundo acto, si
efectivamente el blanco lo constituyen los Estados, ¿quién va a rescatarlos?
Como señaló
el economista y editorialista del Financial Times, Nouriel Roubini, “Si Grecia
es un problema para la eurozona, España podría ser un desastre porque se trata
de la cuarta economía de la región” (La Nación, 5/02). La economía española
cayó “(…) a una velocidad vertiginosa después de que el país entró en recesión
en 2008. Sus déficits públicos pasaron de un excedente del 2,23% del PBI en
2007 a un déficit del 11,4% en 2009. La deuda pública española progresó del
36,2% en 2007 al 55,2% en 2009 y debería llegar al 74% en 2012”. (La Nación,
5/02). El desempleo en España roza el 20% y es por lejos el mayor de la
eurozona. España junto con Grecia, Portugal e Italia y, por fuera de la zona
del euro, Gran Bretaña, son los países de la Unión Europea cuyas economías
estuvieron más comprometidas en el proceso de especulación inmobiliaria. Por
ese motivo están entre los más directamente afectados por la crisis desatada en
2008 en el corazón de Estados Unidos. Además de España, Grecia tiene un déficit
público que llega al 12,7% PBI, su deuda pública se encuentra en torno al 110%
del PBI y en Portugal, el déficit fiscal llega al 8% del PBI y su deuda pública
alcanza alrededor del 80%. Sin embargo la idea de que el problema del
endeudamiento afecta solamente a los “PIGS” es como señala el economista
marxista francés Isaac Joshua, una ilusión. Como acaba de reconocer el
presidente del Banco Central Europeo, Jean Claude Trichet, los dieciséis países
que integran la zona euro poseen en promedio un déficit fiscal de alrededor del
6% del PBI, un valor que se encuentra muy por encima del 3% que exige la Unión
Europea. Además para tomar algunos ejemplos relevantes, en Estados Unidos el
déficit fiscal ronda el 11% del PBI, el 8% en Francia, el 11,6% en Gran Bretaña
y alrededor del 10% en Japón. La deuda pública representa aproximadamente el
85% del PBI de Estados Unidos, el 76% en Francia, el 60% en Gran Bretaña y más
del 100% en Japón. El problema de los déficits fiscales y el endeudamiento
público en sí mismo, no es entonces un problema exclusivo de los “PIGS”, ni
siquiera es específicamente un problema de la eurozona.
La
particularidad de la zona del euro es que la pertenencia a la moneda europea
impide recurrir a mecanismos tales como la manipulación de las tasas de interés
que son manejadas por el BCE (actualmente bajo dirección alemana) o implementar
devaluaciones. Y el hilo se corta siempre por su parte más delgada… Es por ello
que el ataque especulativo (que con particular saña estimularon los periódicos
Financial Times y The Wall Street Journal, consejeros del capital especulativo
internacional) se centró en los países más débiles que para permanecer en la
zona del euro tendrán que implementar fuertes ajustes fiscales para reducir los
déficits y la deuda y aumentar la competitividad externa de sus economías a
través de reducciones salariales y recortes de conquistas obreras, tal como ya
anunciaron el presidente de España, el “socialista” Rodríguez Zapatero y el aún
más “socialista” primer ministro de Grecia, Giorgios Papandreu. Los límites de
las políticas de salida de la crisis se expresan así con todo su potencial en
los países más pobres de la zona euro, en los cuales el antídoto contra la
depresión económica, el endeudamiento estatal, no puede continuar si quieren
mantenerse en el marco de la moneda europea.
Un vampiro
de la economía real
Si bien la
crisis del capitalismo mundial presenta algunos elementos que de forma
acentuada la agudizan, manifestándose en la circulación de las mercancías, del
dinero, del crédito y las acciones, y por tanto revelándose ante nuestros ojos
como crisis financiera, es en el fondo una crisis de sobreproducción.
Los
empresarios organizan la producción conforme a sus intereses económicos, en
busca de obtener la mayor ganancia en el menor tiempo y con los menores gastos,
por ello sus inversiones se orientan a aquellos sectores de la economía que
consideran rentables. Con esa misma lógica se mueven todos los empresarios,
provocando que en determinado momento haya un exceso de producción de ese tipo
de mercancía (al capitalista no le interesa lo que la gente necesita, sino lo
que puede vender y darle mayores ganancias) y los trabajadores, muchos de los
cuales han quedado desempleados por el cierre de otras empresas de donde
migraron los capitalistas, porque sus inversionistas se dirigieron todos por el
mismo (otro) rumbo, pierden la capacidad de comprar, y por ello se habla de un
proceso de sobreproducción relativa de bienes frente a una demanda insolvente
de las masas populares.
Las
empresas, al no poder vender, y por tanto perder dinero, empiezan a reducir las
capacidades instaladas de sus empresas y por tanto a despedir a sus
trabajadores, produciéndose entonces un círculo de miseria para los pueblos.
Como las empresas no pueden cancelar sus deudas con los bancos, éstos empiezan
a sentir los estragos y a perder, sus acciones pierden valor en las bolsas, se
presenta la iliquidez, se reduce el crédito y se elevan las tasas de interés.
Es decir, se presenta la crisis en el terreno de la circulación del dinero y en
las finanzas en general.
Esto
entonces, es el resultado de que se profundiza la contradicción entre las
fuerzas productivas de la sociedad, que se socializan cada vez más y las
relaciones sociales de producción que tiene un carácter esencialmente privado.
Es la crisis general del sistema capitalista que tiene su correlato en la lucha
de las masas, en la generación de la conciencia política en los trabajadores y
pueblos, por la acción de un partido de clase; y, finalmente, se produce un
proceso revolucionario que termina con esas viejas estructuras e implanta una
nueva, sobre la base de la socialización de la riqueza y del trabajo.
Franklin
Falconí
Extraído de Red Voltaire.
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