A Internacional

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segunda-feira, agosto 27, 2012

Imperialismo contra los pueblos (agresión político-militar)


19/12/2011El Imperialismo contra los pueblos (agresión político-militar)x Luis R Delgado J    ::    Más articulos de esta autora/or: Más artículosLos imperialistas impulsados por la lógica de acumulación del capital no toleran ningún rastro de soberanía nacional
La crisis actual del capitalismo que de lejos será la más grave de su existencia, sigue confirmando que las supuestas teorías del fin de la historia o del estadio permanente neoliberal, fueron unas de las muchas patrañas que ha inventado la burguesía durante siglos para eternizar su supremacía sobre el resto de la sociedad, sobre los trabajadores y las trabajadoras. Lo que se conoce como globalización es la internacionalización agresiva y sin precedentes del capital, no hay país del mundo que se encuentre hoy aislado de esta realidad que beneficia a los capitales presentes en unas pocas naciones súper-industrializadas y condena a otras a la dependencia, el atraso y la miseria. De acuerdo a Samir Amin (2001):

"… las tendencias de la evolución del capitalismo contemporáneo se articulan en torno al refuerzo de lo que he llamado los "cinco monopolios" que caracterizan a la mundialización polarizante del imperialismo contemporáneo: (i) el monopolio de las nuevas tecnologías; (ii) el del control de los flujos financieros a escala mundial; (iii) el control del acceso a los recursos naturales del planeta; (iv) el control de los medios de comunicación; (v) el monopolio de las armas de destrucción masiva".

El imperialismo para mantener su supremacía sobre los pueblos, sobre la clase trabajadora, debe asegurar los cinco monopolios antes nombrados. Mantener el control de estos recursos económicos, políticos, militares y culturales, permite al imperialismo reproducir de manera ampliada y permanente la dominación, la explotación, la opresión y la subordinación, sobre los países dependientes, sobre los trabajadores y trabajadoras de todo el planeta. El término globalización ha sido acuñado para encubrir la universalización del poder totalitario del capital, cuya dialéctica imbrica necesariamente crisis económica y guerra, como tendencias inherentes a su propia naturaleza (Camilo Valqui Cachi y otros, 2002)

Para salir lo más pronto posible de la crisis cíclica y postergar los impactos de la crisis estructural, el imperialismo intensifica sus agresiones a los pueblos del mundo, a la clase trabajadora, a las vanguardias revolucionarias, se trata de mantener un nivel de acumulación de capitales “óptimo” sin importar las dramáticas consecuencias sociales que ello acarree. En este sentido, el imperialismo se vale de múltiples tácticas o formas de lucha para acentuar la explotación y el sometimiento, las cuales incluyen guerras de agresión, despliegue de bases militares, instigación de guerras civiles, separatismo, terrorismo, asesinatos selectivos a dirigentes y figuras relevantes, golpes de Estado, bloqueos económicos, embargos, cobro de la deuda externa, promoción del oportunismo, destrucción por varias vías de los aparatos productivos de las naciones dependientes, privatizaciones, expoliación de los recursos naturales, alienación ideológica, entre otras medidas.

En este orden de ideas, Harvey (2005) ha explicado que el proceso histórico el cual Marx denominó como acumulación primitiva, no se trata de un proceso primigenio del capital desarrollado hace siglos, sino que se trata de una parte de su funcionamiento permanente, por lo cual, en vez de hablar de acumulación primitiva u originaria es más correcto hablar de acumulación por desposesión, que consiste en el desarrollo de una amplia gama de procesos que:

"… incluyen la mercantilización y privatización de la tierra y la expulsión por la fuerza de las poblaciones campesinas, la conversión de varias formas de derechos de propiedad (común, colectiva, estatal) exclusivamente en propiedad privada, la supresión del derecho a usar los bienes comunes, la mercantilización de la fuerza de trabajo y la eliminación de formas alternativas (indígenas) de producción y consumo, formas coloniales, neo-coloniales e imperialistas de apropiación de activos (incluyendo recursos naturales), la monetarización de los intercambios y de la fiscalización (especialmente de la tierra), la usura, la deuda nacional y, por último, el sistema crediticio, como formas radicales de acumulación".

Este proceso de acumulación por desposesión se ha desarrollado de manera más intensa desde los años 70 del siglo XX, momento en el cual se empieza a desarrollar la crisis estructural del capital. Por esta razón, hoy el capitalismo en esta nueva crisis, se muestra amenazante ante los pueblos, ante la clase obrera, los campesinos, la pequeña burguesía, las mujeres, los jóvenes, las minorías, los pueblos originarios; ya que para los burgueses son los de abajo los que deben pagar los costos. La burguesía mundial está presta a avanzar contra las conquistas de los trabajadores y las trabajadoras para restituir sus tasas de ganancia. La burguesía mundial está decidida a utilizar las guerras como mecanismo para reflotar sus economías y para conquistar nuevos territorios destinados a la explotación capitalista.

El imperialismo, en su insaciable búsqueda de control geopolítico, de materias primas, mercados para la venta de sus mercancías y mercados de mano de obra barata, cada día procura controlar con mayor efectividad e intensidad diversas zonas del planeta, este proceso se ha agudizado especialmente luego de la implosión de la URSS, que significó un muro de contención contra las pretensiones del imperialismo durante buena parte del siglo XX.

Para 1992, una comisión asesora del gobierno de Bush padre, redactó el Proyecto para un nuevo siglo americano que:

"… define los ámbitos fundamentales de la supremacía imperial estadounidense en los siguientes tópicos: a) un poder militar de alcance global; b) ser la locomotora del crecimiento global; c) tener el liderazgo tecnológico y de innovación en áreas centrales del desarrollo militar; y d) significar un telos normativo para las diversas sociedades del sistema histórico capitalista" (Contreras Natera 2011, p. 245).

A partir de los 90 del siglo pasado, el imperialismo ha insistido en crear una dominación de espectro total, un Nuevo Orden Mundial, en el cual la hegemonía estadounidense no esté en discusión, mediante el recurso de la fuerza dondequiera que sea necesario (Chomsky 2004). En este sentido, el unilateralismo norteamericano se ha convertido en la cuestión predominante de la política mundial (Callinicos 2002). Se trata de afianzar un modelo unipolar de dominación planetaria, de cumplir ese planteamiento de la postguerra mundial de extender en todo el mundo la Doctrina Monroe (Amin 1999), que garantice la expansión de la acumulación del capital a nivel universal. En este orden de ideas, Roberto Regalado (2008) señala que:

"El fin de la bipolaridad dejaba el terreno libre al imperialismo, en particular, al imperialismo norteamericano, para ampliar y profundizar su dominación hasta los más remotos confines del planeta. El capitalismo proyectaba de sí una imagen omnipotente, engalanada con toda una mitología construida en torno a la “globalización” y a la “Revolución Científico-Técnica”. La globalización, supuestamente, era una fuerza incontrolable que obligaba a la humanidad a subordinarse a un “Nuevo Orden Mundial” regido por el neoliberalismo. Como complemento a esa seudo teoría, se le atribuía a la llamada Revolución Científico-Técnica el don de garantizarle al capitalismo vida y prosperidad eternas en el Norte y, quizás, también en aquellos países del Sur que cumplieran, a cabalidad y con premura, el recetario neoliberal" (p. 26).

Por otro lado, refiriéndose al contexto postsoviético, el historiador Perry Anderson (2004) nos explica lo siguiente:

"… se puede decir que en el campo de las ideas la nueva hegemonía mundial está basada en dos transformaciones fundamentales respecto del discurso dominante durante la Guerra Fría: a) la autoafirmación del capitalismo, declarado como tal y no simplemente como un mero sistema socioeconómico preferible al socialismo, sino como el único modo de organizar la vida moderna concebible para la humanidad de aquí a la eternidad; b) la abierta anulación de la soberanía nacional como clave de las relaciones internacionales entre los estados en nombre de los derechos humanos" (p. 40).

La guerra permanente ha sido una de las principales medidas que ha tomado el capitalismo imperialista en los últimos 70 años, para tratar de mantener su reproducción por medio del dinamismo de sus complejos militares industriales, se ha tratado de un keynesianismo militar, por el cual, los Estados imperiales pretenden generar ganancias duraderas y fuentes de empleo permanente. En este orden, debe recordarse que el reimpulso que saca al capitalismo de la profunda crisis de los años 30 del siglo XX, no fue el New Deal impulsado por Roosevelt sino la II Guerra Mundial.

Por otro lado, el analista Thomas Seibert (2009) nos recuerda que:

"Ya Marx hacía referencia al hecho de que la función de la guerra en el capitalismo no sólo se reduce a la conquista o a la usurpación de territorios extranjeros y de sus mercados, sus materias primas y su fuerza laboral, sino también a la destrucción sistémica y a menudo involuntaria de capital, con la cual de hecho se resolvieron las crisis de sobre producción" (p. 13).

En las últimas décadas, la Guerra Fría ha sido sustituida por la Guerra contra el Terrorismo, esta es la nueva excusa para justificar el militarismo y las agresiones a los pueblos, a la clase trabajadora mundial, e incluso contra los monopolios capitalistas de potencias menores (China, Rusia, entre otras), que se han posicionado en algunos espacios apetecibles por los monopolios occidentales (estadounidenses, ingleses, franceses, entre otros), se trata de guerras de ordenamiento mundial (Kurz 2003).

Con respecto a los sucesos del 11 de septiembre de 2001, Engel (2005) afirma que:

"Por primera vez, todos los Estados imperialistas acordaron una “política interior mundial” conjunta. Pero en realidad aquello no fue una reacción al atentado del 11 de septiembre, sino una estrategia preparada con mucha antelación para organizar la contrarrevolución internacional contra todas las aspiraciones a liberarse de la explotación y opresión. Las masas deben apoyar, o por lo menos aceptar, el recurso abierto a la violencia estatal. Por esta razón, los dominantes pasan al desmontaje de los derechos y libertades democrático-burgueses, a la fascistización del aparato de Estado y la represión abierta como “legítima defensa” contra el “terrorismo internacional” (p. 555).

Evidentemente, la Lucha de Clases no se detuvo, de hecho en muchas partes se ha agudizado. La oligarquía mundial arreció su ataque sobre los pueblos con la excusa de llevar a cabo misiones civilizatorias, democráticas, profundamente defensoras de los derechos humanos, portadoras de un supuesto “Progreso”. En los últimos años con el aval de la lucha contra el “Terrorismo” y el “Narcotráfico”. No es la primera vez que esto sucede, siempre los poderosos buscan razones éticas para justificar sus atropellos a los explotados y oprimidos. Y cuentan con instituciones que dan un marco de legitimidad a sus agresiones, por ejemplo, Naciones Unidas proveen una superestructura imprescindible de las nuevas formas de dominación que impulsa el imperialismo.

En este orden de ideas el intelectual y político venezolano Luis Bigott (2010), nos explica que la más reciente doctrina de política exterior de los Estados Unidos, comprende los siguientes principios:

"… (a) la elección popular no constituye la base de legitimación de un gobierno, sino sus acciones en el ejercicio del poder. La declaratoria o calificación de gobierno democrático es de la exclusividad del Departamento de Estado (este concepto constituye la puesta en práctica del componente político en la conformación de la hegemonía); (b) en el desarrollo de una estructura socio-política pueden surgir golpes constitucionales, golpes “benévolos” o golpes democráticos (el caso de Honduras sería uno de ellos); y (c) la política correcta es la aplicación de la combinatoria del poder duro (hard power) con el poder suave (soft power); esa capacidad de combinar ambos poderes (la fuerza militar y la diplomacia) es lo que vendría a constituir el poder inteligente (smart power)" (p. 19).

Históricamente el imperialismo nunca descarta medidas de fuerza, como las intervenciones armadas a países que sean rebeldes a sus dictámenes y busquen la construcción de un proyecto soberano, más aún cuando el Complejo Militar Industrial a partir de la II Guerra Mundial se ha convertido en una pieza clave para el funcionamiento, reproducción y expansión del capitalismo.

Muchas de estas intervenciones armadas, que pueden ser el financiamiento de grupos paramilitares internos o incluso una invasión directa, se hacen entonces bajo el pretexto de la defensa de los derechos humanos y la democracia, sin embargo, son muchos los casos en las cuales fuertes gobiernos despóticos y dictatoriales, sumamente opresivos, son aliados de los Estados imperialistas. En este sentido, el imperialismo esencialmente desde los 90 con la agresión a Yugoslavia, ha apelado a las intervenciones humanitarias (Chomsky 2004, Contreras Natera 2011), al humanismo militar (Anderson 2004), que no es otra cosa que acciones de violación de las soberanías nacionales de los países periféricos con el pretexto de la defensa de los DDHH.

En este contexto, González Casanova (2011) advierte que cuando no se logre una cobertura con Naciones Unidas:

"Se violarán cada vez que sea necesario tanto el orden jurídico mundial y los acuerdos que tome el Consejo de Seguridad, así como la legislación constitucional y el derecho positivo de cada país, hechos que abrirán el paso a la toma de decisiones que quedará al arbitrio de los más fuertes".

Por otro lado, entre el accionar del imperialismo, debemos también destacar el despliegue militar planetario de los Estados Unidos a través de comandos estratégicos, al respecto Sención Villalona (2010) explica que:

"Las fuerzas militares de Estados Unidos responden a cinco Comandos Estratégicos a través de los cuales vigila a todos los países del mundo: el Comando Central en Medio Oriente; el Comando Europeo en Alemania; el Comando Pacífico en Hawai; el Comando Sur situado en Miami; el Comando Norte, que vigila el propio territorio nacional. También cuenta con cuatro comandos de combate sin ubicaciones especificas" (p. 129).

Además de las propias fuerzas armadas estadounidenses, el imperialismo cuenta con las fuerzas de la OTAN, organización que nace en el marco de la Guerra Fría para enfrentar una hipotética agresión del campo socialista a Europa Occidental. Pero una vez que se ha derrumbado la URSS, la OTAN (liderada por Estados Unidos) a redefinido sus objetivos y se ha convertido en un instrumento más para que el imperialismo agreda a cualquier país del mundo. La antigua Yugoslavia, Afganistán y Libia han sido las primeras víctimas de esta organización multilateral de los imperialismos europeos y norteamericanos.

Otra acción que ha llevado a cabo el imperialismo es la ubicación de bases militares (4.500 en territorio estadounidense y más de ochocientas fuera de él), bien sean de la OTAN o de EEUU, en diversos países del mundo: en América Latina y el Caribe, África, en Asia Central, en Oceanía o en Europa. En esta última, han sido escandalosos los casos de las cárceles clandestinas de la CIA o los vuelos secretos que ésta ha realizado en los últimos años. Las bases militares norteamericanas constituyen la infraestructura estratégica fundamental de la potencia hegemónica (Anderson 2004, p. 50).

Hoy, una de las bases militares más cuestionadas es la que está ubicada en Guantánamo, Cuba, donde hay múltiples presos de diversas nacionalidades, a los cuales se les aplican torturas y otros procedimientos inhumanos. También destacan las bases militares que el imperialismo está instalando en Colombia, sin lugar a dudas, para el control de Suramérica y la agresión a los avances populares en la región.

Actualmente las agresiones más importantes que en el plano militar está ejecutando el imperialismo, fundamentalmente norteamericano, son la agresión a Irak, Afganistán-Pakistán y Libia, bajo el pretexto de la lucha infinita contra el terrorismo y la defensa de la democracia, de los Derechos Humanos. En realidad, la ofensiva en Medio Oriente y Asia Central tiene entre sus fines el control del 70% de las fuentes planetarias de hidrocarburos y el cerco geopolítico a potencias emergentes como Rusia y China, rivales estratégicos para el imperialismo anglo-estadounidense, debe tenerse presente que de acuerdo a los ideólogos geopolíticos McKinder y Brzezinski el control de Eurasia garantiza el control mundial. Nos explica Dierckxsens que:

"La proyección china de un oleoducto de Asia Central hacia el Océano Índico atravesaría Afganistán o, en su defecto, Irán. Las invasiones en Afganistán, Irak y posiblemente en Irán adquieren con ello un significado geopolítico. EE.UU. procura controlar los corredores energéticos que abastecerían a China. Otros megaproyectos estadounidenses buscan trazar un camino de transporte de petróleo desde las antiguas repúblicas soviéticas hacia el Sur para así romper el monopolio ruso sobre dichas fuentes a favor de intereses estadounidenses" (Tablada, Hernández 2004, p. 18-19).

Estas guerras más recientes en Medio Oriente y Asia Central, han costado la destrucción plena de tres países, más de dos millones de muertos, fundamentalmente civiles, más de 2 billones de dólares en gastos militares e inestabilidad en toda la región. En estos días se están preparando acciones contra Siria e Irán para acentuar la estrategia de dominación global en esa zona del planeta.

Otras zonas siguen siendo agredidas bajo el consentimiento y financiamiento del imperialismo, tales como Palestina, por las políticas genocidas del sionismo, las cuales han implementado un verdadero apartheid. El sionismo con su arsenal nuclear funge como gendarme del capital global en la región, amenazando permanentemente a sus vecinos, principalmente Siria, Líbano e Irán. El control de fuentes energéticas y las rutas de comercialización de las mismas, tienen implicaciones en el accionar del Estado terrorista de Israel.

En América Latina, una zona muy golpeada es Colombia, con la implementación del Plan Patriota bajo el pretexto de la lucha contra el narcotráfico, lo cual ha originado numerosas pérdidas humanas y millones de desplazados por una guerra interna que ya lleva más de 50 años. Hay que destacar que el Plan Colombia, ahora Plan Patriota, la Seguridad Democrática, tiene entre sus fines garantizar al imperialismo norteamericano el control geopolítico del norte de Suramérica (la Amazonía y el Arco Andino) rico en recursos minerales, energéticos, hídricos y biológicos, lo cual amenaza la estabilidad de procesos de cambio como los que se vienen desarrollando en Ecuador y Venezuela.

El imperialismo, a su vez, financia movimientos separatistas y guerras civiles en diversos países de Europa Oriental, América Latina, África y Asia. En África, ha sido devastador lo ocurrido, basta recordar la guerra civil en el Congo, que ha liquidado en los últimos años a más de 4 millones de personas por la disputa de corporaciones transnacionales interesadas en controlar recursos como el coltan o los diamantes; o también masacres como la de Rwanda o las matanzas en Darfur-Sudan, con respecto de este último el imperialismo logró la separación de la parte sur de Sudan. A esto se le suman los sangrientos conflictos en Somalia y Burundi.

También destaca una práctica subversiva reciente, lo que se conoce como golpes suaves o subversión política no violenta impulsada por el Pentágono para el derrocamiento de gobiernos “insubordinados”. Tales experiencias se han llevado a cabo exitosamente en Serbia, Kirguiztán, Georgia y Ucrania, fallando a su vez en Bielorrusia y Venezuela. La modalidad del Golpe Militar no ha perdido actualidad, basta ver lo ocurrido en junio de 2009 en Honduras, golpe por lo demás dirigido a socavar el avance del ALBA-TCP en la región; hoy Paraguay está amenazado por este accionar conspirativo.

Por otro lado, la militarización del espacio sobre todo por parte de los Estados Unidos, como continuidad del proyecto Guerra de las Galaxias, es uno de los temas que más preocupa a los gobiernos del mundo, ya que a través de esta proyección de su poderío, Estados Unidos estaría en capacidad de atacar a partir de 2020 a cualquier punto del planeta en cuestión de pocos minutos.

En este orden, destaca la problemática de la actual propuesta de escudo anti-misilístico estadounidense ubicado en países de la Europa Oriental, que ponen en riesgo la soberanía de Rusia. Hay que aclarar que este sistema “defensivo” está destinado a frenar un supuesto (muy improbable) ataque de Irán o Corea del Norte, sin embargo, analistas geopolíticos tienen claro que los escudos antimisiles, son también sistemas ofensivos que amenazan países como Rusia y China fundamentalmente. Debe resaltarse que hoy ocho Estados poseen un arsenal superior a las 23.000 armas nucleares, la mayoría concentradas por EEUU y Rusia.

También debemos resaltar un fenómeno que se viene desarrollando aceleradamente en los últimos años, producto de la mercantilización creciente que ha impulsado la gestión neoliberal del capitalismo. Dicho fenómeno implica lo siguiente:

"Las formas de conducción de las guerras están cambiando. Al lado de los ejércitos estatales surgen cada vez más compañías militares privadas (CMP), compañías de seguridad privadas (CSP), paramilitares, “Señores de la Guerra”, ejércitos privados y mercenarios como nuevos actores de guerra. Actualmente, las guerras se llevan a cabo con menor frecuencia entre estados nacionales, y con mayor frecuencia en el interior de estos entre tropas regulares e irregulares y, en todos los casos, contra la población civil (Azzelini 2009, p. 1)".

Con todo lo anteriormente expuesto, podemos decir que las diversas agresiones militares y bases desplegadas por los Estados Unidos, pretenden controlar lo que se conoce como los comunes globales (Contreras Natera 2011), espacios que no pertenecen a ningún Estado, donde destacan los mares, espacios aéreos y el espacio ultraterrestre, para proyectar el poderío estadounidense en cualquier lugar del planeta. La agresión y expansión militar, tienen entre sus objetivos los siguientes (Ceceña 2005):

"1) Proteger la soberanía (para el imperialismo global), el territorio y la población de los EEUU y demás potencias imperiales.
2) Prevenir la emergencia de nuevas potencias o de coaliciones regionales hostiles a los designios del imperialismo.
3) Asegurar el acceso incondicional a los mercados decisivos, a los suministros de energía y a los recursos estratégicos.
4) Disuadir y, si es necesario, derrotar cualquier agresión contra los planes de los EEUU o sus aliados.
5) Garantizar la libertad de los mares, de las vías de tráfico aéreo y espacial, y la seguridad de las líneas vitales de comunicación".

En el 2008 algunas cifras muestran que el gasto militar de los EEUU supera al gasto en conjunto de los 20 países con más inversión en el sector militar, todo un monopolio destructivo. De las diez principales corporaciones productoras de armamento, seis son estadounidenses.

"Se estima que el gasto militar global en 2008 totalizó 1.46 billones de dólares. Esto representa un incremento del 4 por ciento en términos reales a comparación de 2007, y del 45 por ciento desde 1999. El gasto militar representó aproximadamente el 2.4 por ciento del producto interno bruto (PIB) global en 2008" (www.sipri.org).

EEUU hoy es el gendarme que garantiza las relaciones internacionales que mantiene el imperialismo a través de sus centros de poder para el sometimiento y explotación de los países pobres. EEUU es responsable del 41% del gasto militar mundial, es decir, más de 600 mil millones de dólares. Esto se demuestra en las recientes agresiones imperialistas y en los escenarios de conflictos donde, en su mayoría, los gringos están profundamente comprometidos. Katz (2011) nos explica al respecto que:

"El imperialismo contemporáneo se sostiene en la protección internacional que brinda el gendarme norteamericano a todas las clases dominantes. Estados Unidos actúa como un sheriff global para confrontar con la insurgencia popular y la inestabilidad geopolítica. Como la primera potencia garantiza la reproducción mundial del capital, obtiene un gran financiamiento externo acumulando desequilibrios, que serían inadmisibles para cualquier otro país. La supremacía del Pentágono determina la gravitación de Wall Street, el dólar y los Bonos del Tesoro".

Ahora bien, un proceso que debemos destacar, es el siguiente, desde 2008 el imperialismo norteamericano ha desplegado una contraofensiva en el continente latinoamericano y caribeño para frenar el movimiento popular que ha dado golpes contundentes durante la última década contra el neoliberalismo, contra las pretensiones del imperialismo sintetizadas en propuestas recolonizadoras como el ALCA. Este movimiento popular que en algunos países se constituyó en gobiernos que avanzan en la construcción de espacios integradores como el ALBA-TCP, sufrió un duro revés con el Golpe de Estado al gobierno democrático de Honduras en junio del 2009.

Este Golpe de Estado, el ataque por parte del estado terrorista colombiano a territorio ecuatoriano, el asesinato de algunos comandantes del secretariado de las FARC-EP; la destitución de la senadora Piedad Córdoba; la reactivación de la IV Flota (despliegue naval y aéreo estratégico con capacidad nuclear); la ocupación militar a Haití (20 mil soldados); la presencia de una flota en Costa Rica (46 buques de guerra de la Armada de los Estados Unidos, 200 helicópteros y aviones de combate, y 7.000 marines); el intento de Golpe de Estado al gobierno ecuatoriano; las victorias electorales en Chile, Costa Rica y Panamá son las acciones más relevantes de la contraofensiva imperialista en la región. Se trata sin duda de un despliegue de fuerzas para contener el avance de la revolución en el continente, para cercar los procesos de Venezuela, Bolivia, Ecuador, Cuba y Nicaragua fundamentalmente.

Bajo la excusa de la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo, el imperialismo norteamericano se presta a agredir los pueblos latinoamericanos y caribeños; se prepara a dar al traste con los gobiernos revolucionarios, progresistas y democráticos de la región para restituir el proyecto del ALCA y perpetuar su dominación en lo que ellos denominan su patio trasero; se trata de un capítulo más en la lucha de clases mundial que enfrenta a la burguesía monopólica contra los trabajadores y trabajadoras de todo el planeta.

Los imperialistas impulsados por la lógica de acumulación del capital no toleran ningún rastro de soberanía nacional, no aceptan la autodeterminación de los pueblos porque esta va en contra de los intereses de los monopolios; es decir que la tendencia del imperialismo en su actual estado de crisis es a la desnacionalización forzosa, aunque estos gobiernos independientes sean de derecha. Ya lo viene advirtiendo el Comandante Hugo Chávez (2011):

"Hay un plan, una verdadera estrategia continental de la derecha y la extrema derecha para tratar de frenar por todas las vías posibles esta corriente revolucionaria, socialista, popular, que se desató en América Latina y que nos ha convertido en el epicentro de los grandes cambios que están ocurriendo en el mundo" (p.15).

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La Haine

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