19/12/2011El Imperialismo contra los pueblos (agresión político-militar)x Luis R
Delgado J ::
Más articulos de esta autora/or: Los
imperialistas impulsados por la lógica de acumulación del capital no toleran
ningún rastro de soberanía nacional
La crisis actual del capitalismo que de
lejos será la más grave de su existencia, sigue confirmando que las supuestas
teorías del fin de la historia o del estadio permanente neoliberal, fueron unas
de las muchas patrañas que ha inventado la burguesía durante siglos para
eternizar su supremacía sobre el resto de la sociedad, sobre los trabajadores y
las trabajadoras. Lo que se conoce como globalización es la
internacionalización agresiva y sin precedentes del capital, no hay país del
mundo que se encuentre hoy aislado de esta realidad que beneficia a los
capitales presentes en unas pocas naciones súper-industrializadas y condena a
otras a la dependencia, el atraso y la miseria. De acuerdo a Samir Amin (2001):
"… las tendencias de la evolución
del capitalismo contemporáneo se articulan en torno al refuerzo de lo que he
llamado los "cinco monopolios" que caracterizan a la mundialización
polarizante del imperialismo contemporáneo: (i) el monopolio de las nuevas
tecnologías; (ii) el del control de los flujos financieros a escala mundial;
(iii) el control del acceso a los recursos naturales del planeta; (iv) el
control de los medios de comunicación; (v) el monopolio de las armas de
destrucción masiva".
El imperialismo para mantener su
supremacía sobre los pueblos, sobre la clase trabajadora, debe asegurar los
cinco monopolios antes nombrados. Mantener el control de estos recursos
económicos, políticos, militares y culturales, permite al imperialismo
reproducir de manera ampliada y permanente la dominación, la explotación, la
opresión y la subordinación, sobre los países dependientes, sobre los
trabajadores y trabajadoras de todo el planeta. El término globalización ha
sido acuñado para encubrir la universalización del poder totalitario del
capital, cuya dialéctica imbrica necesariamente crisis económica y guerra, como
tendencias inherentes a su propia naturaleza (Camilo Valqui Cachi y otros,
2002)
Para salir lo más pronto posible de la
crisis cíclica y postergar los impactos de la crisis estructural, el
imperialismo intensifica sus agresiones a los pueblos del mundo, a la clase
trabajadora, a las vanguardias revolucionarias, se trata de mantener un nivel
de acumulación de capitales “óptimo” sin importar las dramáticas consecuencias
sociales que ello acarree. En este sentido, el imperialismo se vale de
múltiples tácticas o formas de lucha para acentuar la explotación y el
sometimiento, las cuales incluyen guerras de agresión, despliegue de bases
militares, instigación de guerras civiles, separatismo, terrorismo, asesinatos
selectivos a dirigentes y figuras relevantes, golpes de Estado, bloqueos
económicos, embargos, cobro de la deuda externa, promoción del oportunismo,
destrucción por varias vías de los aparatos productivos de las naciones
dependientes, privatizaciones, expoliación de los recursos naturales,
alienación ideológica, entre otras medidas.
En este orden de ideas, Harvey (2005) ha
explicado que el proceso histórico el cual Marx denominó como acumulación
primitiva, no se trata de un proceso primigenio del capital desarrollado hace
siglos, sino que se trata de una parte de su funcionamiento permanente, por lo
cual, en vez de hablar de acumulación primitiva u originaria es más correcto
hablar de acumulación por desposesión, que consiste en el desarrollo de una
amplia gama de procesos que:
"… incluyen la mercantilización y
privatización de la tierra y la expulsión por la fuerza de las poblaciones campesinas,
la conversión de varias formas de derechos de propiedad (común, colectiva,
estatal) exclusivamente en propiedad privada, la supresión del derecho a usar
los bienes comunes, la mercantilización de la fuerza de trabajo y la
eliminación de formas alternativas (indígenas) de producción y consumo, formas
coloniales, neo-coloniales e imperialistas de apropiación de activos
(incluyendo recursos naturales), la monetarización de los intercambios y de la
fiscalización (especialmente de la tierra), la usura, la deuda nacional y, por
último, el sistema crediticio, como formas radicales de acumulación".
Este proceso de acumulación por
desposesión se ha desarrollado de manera más intensa desde los años 70 del
siglo XX, momento en el cual se empieza a desarrollar la crisis estructural del
capital. Por esta razón, hoy el capitalismo en esta nueva crisis, se muestra
amenazante ante los pueblos, ante la clase obrera, los campesinos, la pequeña
burguesía, las mujeres, los jóvenes, las minorías, los pueblos originarios; ya
que para los burgueses son los de abajo los que deben pagar los costos. La
burguesía mundial está presta a avanzar contra las conquistas de los
trabajadores y las trabajadoras para restituir sus tasas de ganancia. La
burguesía mundial está decidida a utilizar las guerras como mecanismo para
reflotar sus economías y para conquistar nuevos territorios destinados a la
explotación capitalista.
El imperialismo, en su insaciable
búsqueda de control geopolítico, de materias primas, mercados para la venta de sus
mercancías y mercados de mano de obra barata, cada día procura controlar con
mayor efectividad e intensidad diversas zonas del planeta, este proceso se ha
agudizado especialmente luego de la implosión de la URSS, que significó un muro
de contención contra las pretensiones del imperialismo durante buena parte del
siglo XX.
Para 1992, una comisión asesora del
gobierno de Bush padre, redactó el Proyecto para un nuevo siglo americano que:
"… define los ámbitos fundamentales
de la supremacía imperial estadounidense en los siguientes tópicos: a) un poder
militar de alcance global; b) ser la locomotora del crecimiento global; c)
tener el liderazgo tecnológico y de innovación en áreas centrales del
desarrollo militar; y d) significar un telos normativo para las diversas
sociedades del sistema histórico capitalista" (Contreras Natera 2011, p.
245).
A partir de los 90 del siglo pasado, el
imperialismo ha insistido en crear una dominación de espectro total, un Nuevo
Orden Mundial, en el cual la hegemonía estadounidense no esté en discusión,
mediante el recurso de la fuerza dondequiera que sea necesario (Chomsky 2004).
En este sentido, el unilateralismo norteamericano se ha convertido en la
cuestión predominante de la política mundial (Callinicos 2002). Se trata de afianzar
un modelo unipolar de dominación planetaria, de cumplir ese planteamiento de la
postguerra mundial de extender en todo el mundo la Doctrina Monroe (Amin 1999),
que garantice la expansión de la acumulación del capital a nivel universal. En
este orden de ideas, Roberto Regalado (2008) señala que:
"El fin de la bipolaridad dejaba el
terreno libre al imperialismo, en particular, al imperialismo norteamericano,
para ampliar y profundizar su dominación hasta los más remotos confines del
planeta. El capitalismo proyectaba de sí una imagen omnipotente, engalanada con
toda una mitología construida en torno a la “globalización” y a la “Revolución
Científico-Técnica”. La globalización, supuestamente, era una fuerza
incontrolable que obligaba a la humanidad a subordinarse a un “Nuevo Orden
Mundial” regido por el neoliberalismo. Como complemento a esa seudo teoría, se
le atribuía a la llamada Revolución Científico-Técnica el don de garantizarle
al capitalismo vida y prosperidad eternas en el Norte y, quizás, también en
aquellos países del Sur que cumplieran, a cabalidad y con premura, el recetario
neoliberal" (p. 26).
Por otro lado, refiriéndose al contexto
postsoviético, el historiador Perry Anderson (2004) nos explica lo siguiente:
"… se puede decir que en el campo
de las ideas la nueva hegemonía mundial está basada en dos transformaciones
fundamentales respecto del discurso dominante durante la Guerra Fría: a) la
autoafirmación del capitalismo, declarado como tal y no simplemente como un
mero sistema socioeconómico preferible al socialismo, sino como el único modo
de organizar la vida moderna concebible para la humanidad de aquí a la
eternidad; b) la abierta anulación de la soberanía nacional como clave de las
relaciones internacionales entre los estados en nombre de los derechos
humanos" (p. 40).
La guerra permanente ha sido una de las
principales medidas que ha tomado el capitalismo imperialista en los últimos 70
años, para tratar de mantener su reproducción por medio del dinamismo de sus
complejos militares industriales, se ha tratado de un keynesianismo militar,
por el cual, los Estados imperiales pretenden generar ganancias duraderas y
fuentes de empleo permanente. En este orden, debe recordarse que el reimpulso
que saca al capitalismo de la profunda crisis de los años 30 del siglo XX, no
fue el New Deal impulsado por Roosevelt sino la II Guerra
Mundial.
Por otro lado, el analista Thomas
Seibert (2009) nos recuerda que:
"Ya Marx hacía referencia al hecho
de que la función de la guerra en el capitalismo no sólo se reduce a la
conquista o a la usurpación de territorios extranjeros y de sus mercados, sus
materias primas y su fuerza laboral, sino también a la destrucción sistémica y
a menudo involuntaria de capital, con la cual de hecho se resolvieron las
crisis de sobre producción" (p. 13).
En las últimas décadas, la Guerra Fría
ha sido sustituida por la Guerra contra el Terrorismo, esta es la nueva excusa
para justificar el militarismo y las agresiones a los pueblos, a la clase
trabajadora mundial, e incluso contra los monopolios capitalistas de potencias
menores (China, Rusia, entre otras), que se han posicionado en algunos espacios
apetecibles por los monopolios occidentales (estadounidenses, ingleses,
franceses, entre otros), se trata de guerras de ordenamiento mundial (Kurz
2003).
Con respecto a los sucesos del 11 de
septiembre de 2001, Engel (2005) afirma que:
"Por primera vez, todos los Estados
imperialistas acordaron una “política interior mundial” conjunta. Pero en
realidad aquello no fue una reacción al atentado del 11 de septiembre, sino una
estrategia preparada con mucha antelación para organizar la contrarrevolución
internacional contra todas las aspiraciones a liberarse de la explotación y
opresión. Las masas deben apoyar, o por lo menos aceptar, el recurso abierto a
la violencia estatal. Por esta razón, los dominantes pasan al desmontaje de los
derechos y libertades democrático-burgueses, a la fascistización del aparato de
Estado y la represión abierta como “legítima defensa” contra el “terrorismo
internacional” (p. 555).
Evidentemente, la Lucha de Clases no se
detuvo, de hecho en muchas partes se ha agudizado. La oligarquía mundial
arreció su ataque sobre los pueblos con la excusa de llevar a cabo misiones
civilizatorias, democráticas, profundamente defensoras de los derechos humanos,
portadoras de un supuesto “Progreso”. En los últimos años con el aval de la
lucha contra el “Terrorismo” y el “Narcotráfico”. No es la primera vez que esto
sucede, siempre los poderosos buscan razones éticas para justificar sus
atropellos a los explotados y oprimidos. Y cuentan con instituciones que dan un
marco de legitimidad a sus agresiones, por ejemplo, Naciones Unidas proveen una
superestructura imprescindible de las nuevas formas de dominación que impulsa
el imperialismo.
En este orden de ideas el intelectual y
político venezolano Luis Bigott (2010), nos explica que la más reciente
doctrina de política exterior de los Estados Unidos, comprende los siguientes
principios:
"… (a) la elección popular no
constituye la base de legitimación de un gobierno, sino sus acciones en el
ejercicio del poder. La declaratoria o calificación de gobierno democrático es
de la exclusividad del Departamento de Estado (este concepto constituye la
puesta en práctica del componente político en la conformación de la hegemonía);
(b) en el desarrollo de una estructura socio-política pueden surgir golpes
constitucionales, golpes “benévolos” o golpes democráticos (el caso de Honduras
sería uno de ellos); y (c) la política correcta es la aplicación de la combinatoria
del poder duro (hard power) con el poder suave (soft power); esa capacidad de
combinar ambos poderes (la fuerza militar y la diplomacia) es lo que vendría a
constituir el poder inteligente (smart power)" (p. 19).
Históricamente el imperialismo nunca
descarta medidas de fuerza, como las intervenciones armadas a países que sean
rebeldes a sus dictámenes y busquen la construcción de un proyecto soberano,
más aún cuando el Complejo Militar Industrial a partir de la II Guerra Mundial
se ha convertido en una pieza clave para el funcionamiento, reproducción y
expansión del capitalismo.
Muchas de estas intervenciones armadas,
que pueden ser el financiamiento de grupos paramilitares internos o incluso una
invasión directa, se hacen entonces bajo el pretexto de la defensa de los
derechos humanos y la democracia, sin embargo, son muchos los casos en las
cuales fuertes gobiernos despóticos y dictatoriales, sumamente opresivos, son
aliados de los Estados imperialistas. En este sentido, el imperialismo esencialmente
desde los 90 con la agresión a Yugoslavia, ha apelado a las intervenciones
humanitarias (Chomsky 2004, Contreras Natera 2011), al humanismo militar
(Anderson 2004), que no es otra cosa que acciones de violación de las
soberanías nacionales de los países periféricos con el pretexto de la defensa
de los DDHH.
En este contexto, González Casanova
(2011) advierte que cuando no se logre una cobertura con Naciones Unidas:
"Se violarán cada vez que sea
necesario tanto el orden jurídico mundial y los acuerdos que tome el Consejo de
Seguridad, así como la legislación constitucional y el derecho positivo de cada
país, hechos que abrirán el paso a la toma de decisiones que quedará al
arbitrio de los más fuertes".
Por otro lado, entre el accionar del
imperialismo, debemos también destacar el despliegue militar planetario de los
Estados Unidos a través de comandos estratégicos, al respecto Sención Villalona
(2010) explica que:
"Las fuerzas militares de Estados
Unidos responden a cinco Comandos Estratégicos a través de los cuales vigila a
todos los países del mundo: el Comando Central en Medio Oriente; el Comando
Europeo en Alemania; el Comando Pacífico en Hawai; el Comando Sur situado en
Miami; el Comando Norte, que vigila el propio territorio nacional. También cuenta
con cuatro comandos de combate sin ubicaciones especificas" (p. 129).
Además de las propias fuerzas armadas
estadounidenses, el imperialismo cuenta con las fuerzas de la OTAN,
organización que nace en el marco de la Guerra Fría para enfrentar una hipotética
agresión del campo socialista a Europa Occidental. Pero una vez que se ha
derrumbado la URSS, la OTAN (liderada por Estados Unidos) a redefinido sus
objetivos y se ha convertido en un instrumento más para que el imperialismo
agreda a cualquier país del mundo. La antigua Yugoslavia, Afganistán y Libia
han sido las primeras víctimas de esta organización multilateral de los
imperialismos europeos y norteamericanos.
Otra acción que ha llevado a cabo el
imperialismo es la ubicación de bases militares (4.500 en territorio
estadounidense y más de ochocientas fuera de él), bien sean de la OTAN o de
EEUU, en diversos países del mundo: en América Latina y el Caribe, África, en
Asia Central, en Oceanía o en Europa. En esta última, han sido escandalosos los
casos de las cárceles clandestinas de la CIA o los vuelos secretos que ésta ha
realizado en los últimos años. Las bases militares norteamericanas constituyen
la infraestructura estratégica fundamental de la potencia hegemónica (Anderson
2004, p. 50).
Hoy, una de las bases militares más
cuestionadas es la que está ubicada en Guantánamo, Cuba, donde hay múltiples
presos de diversas nacionalidades, a los cuales se les aplican torturas y otros
procedimientos inhumanos. También destacan las bases militares que el imperialismo
está instalando en Colombia, sin lugar a dudas, para el control de Suramérica y
la agresión a los avances populares en la región.
Actualmente las agresiones más
importantes que en el plano militar está ejecutando el imperialismo,
fundamentalmente norteamericano, son la agresión a Irak, Afganistán-Pakistán y
Libia, bajo el pretexto de la lucha infinita contra el terrorismo y la defensa
de la democracia, de los Derechos Humanos. En realidad, la ofensiva en Medio
Oriente y Asia Central tiene entre sus fines el control del 70% de las fuentes
planetarias de hidrocarburos y el cerco geopolítico a potencias emergentes como
Rusia y China, rivales estratégicos para el imperialismo anglo-estadounidense,
debe tenerse presente que de acuerdo a los ideólogos geopolíticos McKinder y
Brzezinski el control de Eurasia garantiza el control mundial. Nos explica
Dierckxsens que:
"La proyección china de un
oleoducto de Asia Central hacia el Océano Índico atravesaría Afganistán o, en
su defecto, Irán. Las invasiones en Afganistán, Irak y posiblemente en Irán
adquieren con ello un significado geopolítico. EE.UU. procura controlar los
corredores energéticos que abastecerían a China. Otros megaproyectos
estadounidenses buscan trazar un camino de transporte de petróleo desde las
antiguas repúblicas soviéticas hacia el Sur para así romper el monopolio ruso
sobre dichas fuentes a favor de intereses estadounidenses" (Tablada,
Hernández 2004, p. 18-19).
Estas guerras más recientes en Medio
Oriente y Asia Central, han costado la destrucción plena de tres países, más de
dos millones de muertos, fundamentalmente civiles, más de 2 billones de dólares
en gastos militares e inestabilidad en toda la región. En estos días se están
preparando acciones contra Siria e Irán para acentuar la estrategia de
dominación global en esa zona del planeta.
Otras zonas siguen siendo agredidas bajo
el consentimiento y financiamiento del imperialismo, tales como Palestina, por
las políticas genocidas del sionismo, las cuales han implementado un verdadero
apartheid. El sionismo con su arsenal nuclear funge como gendarme del capital
global en la región, amenazando permanentemente a sus vecinos, principalmente
Siria, Líbano e Irán. El control de fuentes energéticas y las rutas de
comercialización de las mismas, tienen implicaciones en el accionar del Estado
terrorista de Israel.
En América Latina, una zona muy golpeada
es Colombia, con la implementación del Plan Patriota bajo el pretexto de la
lucha contra el narcotráfico, lo cual ha originado numerosas pérdidas humanas y
millones de desplazados por una guerra interna que ya lleva más de 50 años. Hay
que destacar que el Plan Colombia, ahora Plan Patriota, la Seguridad
Democrática, tiene entre sus fines garantizar al imperialismo norteamericano el
control geopolítico del norte de Suramérica (la Amazonía y el Arco Andino) rico
en recursos minerales, energéticos, hídricos y biológicos, lo cual amenaza la
estabilidad de procesos de cambio como los que se vienen desarrollando en
Ecuador y Venezuela.
El imperialismo, a su vez, financia
movimientos separatistas y guerras civiles en diversos países de Europa
Oriental, América Latina, África y Asia. En África, ha sido devastador lo
ocurrido, basta recordar la guerra civil en el Congo, que ha liquidado en los
últimos años a más de 4 millones de personas por la disputa de corporaciones
transnacionales interesadas en controlar recursos como el coltan o los diamantes;
o también masacres como la de Rwanda o las matanzas en Darfur-Sudan, con
respecto de este último el imperialismo logró la separación de la parte sur de
Sudan. A esto se le suman los sangrientos conflictos en Somalia y Burundi.
También destaca una práctica subversiva
reciente, lo que se conoce como golpes suaves o subversión política no violenta
impulsada por el Pentágono para el derrocamiento de gobiernos “insubordinados”.
Tales experiencias se han llevado a cabo exitosamente en Serbia, Kirguiztán, Georgia
y Ucrania, fallando a su vez en Bielorrusia y Venezuela. La modalidad del Golpe
Militar no ha perdido actualidad, basta ver lo ocurrido en junio de 2009 en
Honduras, golpe por lo demás dirigido a socavar el avance del ALBA-TCP en la
región; hoy Paraguay está amenazado por este accionar conspirativo.
Por otro lado, la militarización del
espacio sobre todo por parte de los Estados Unidos, como continuidad del
proyecto Guerra de las Galaxias, es uno de los temas que más preocupa a los
gobiernos del mundo, ya que a través de esta proyección de su poderío, Estados
Unidos estaría en capacidad de atacar a partir de 2020 a cualquier punto del
planeta en cuestión de pocos minutos.
En este orden, destaca la problemática
de la actual propuesta de escudo anti-misilístico estadounidense ubicado en
países de la Europa Oriental, que ponen en riesgo la soberanía de Rusia. Hay
que aclarar que este sistema “defensivo” está destinado a frenar un supuesto
(muy improbable) ataque de Irán o Corea del Norte, sin embargo, analistas
geopolíticos tienen claro que los escudos antimisiles, son también sistemas
ofensivos que amenazan países como Rusia y China fundamentalmente. Debe
resaltarse que hoy ocho Estados poseen un arsenal superior a las 23.000 armas
nucleares, la mayoría concentradas por EEUU y Rusia.
También debemos resaltar un fenómeno que
se viene desarrollando aceleradamente en los últimos años, producto de la
mercantilización creciente que ha impulsado la gestión neoliberal del
capitalismo. Dicho fenómeno implica lo siguiente:
"Las formas de conducción de las
guerras están cambiando. Al lado de los ejércitos estatales surgen cada vez más
compañías militares privadas (CMP), compañías de seguridad privadas (CSP),
paramilitares, “Señores de la Guerra”, ejércitos privados y mercenarios como
nuevos actores de guerra. Actualmente, las guerras se llevan a cabo con menor
frecuencia entre estados nacionales, y con mayor frecuencia en el interior de
estos entre tropas regulares e irregulares y, en todos los casos, contra la
población civil (Azzelini 2009, p. 1)".
Con todo lo anteriormente expuesto,
podemos decir que las diversas agresiones militares y bases desplegadas por los
Estados Unidos, pretenden controlar lo que se conoce como los comunes globales
(Contreras Natera 2011), espacios que no pertenecen a ningún Estado, donde
destacan los mares, espacios aéreos y el espacio ultraterrestre, para proyectar
el poderío estadounidense en cualquier lugar del planeta. La agresión y
expansión militar, tienen entre sus objetivos los siguientes (Ceceña 2005):
"1) Proteger la soberanía (para el
imperialismo global), el territorio y la población de los EEUU y demás
potencias imperiales.
2) Prevenir la emergencia de nuevas
potencias o de coaliciones regionales hostiles a los designios del imperialismo.
3) Asegurar el acceso incondicional a
los mercados decisivos, a los suministros de energía y a los recursos
estratégicos.
4) Disuadir y, si es necesario, derrotar
cualquier agresión contra los planes de los EEUU o sus aliados.
5) Garantizar la libertad de los mares,
de las vías de tráfico aéreo y espacial, y la seguridad de las líneas vitales
de comunicación".
En el 2008 algunas cifras muestran que
el gasto militar de los EEUU supera al gasto en conjunto de los 20 países con
más inversión en el sector militar, todo un monopolio destructivo. De las diez
principales corporaciones productoras de armamento, seis son estadounidenses.
"Se estima que el gasto militar
global en 2008 totalizó 1.46 billones de dólares. Esto representa un incremento
del 4 por ciento en términos reales a comparación de 2007, y del 45 por ciento
desde 1999. El gasto militar representó aproximadamente el 2.4 por ciento del
producto interno bruto (PIB) global en 2008" (www.sipri.org).
EEUU hoy es el gendarme que garantiza
las relaciones internacionales que mantiene el imperialismo a través de sus
centros de poder para el sometimiento y explotación de los países pobres. EEUU
es responsable del 41% del gasto militar mundial, es decir, más de 600 mil
millones de dólares. Esto se demuestra en las recientes agresiones
imperialistas y en los escenarios de conflictos donde, en su mayoría, los
gringos están profundamente comprometidos. Katz (2011) nos explica al respecto
que:
"El imperialismo contemporáneo se
sostiene en la protección internacional que brinda el gendarme norteamericano a
todas las clases dominantes. Estados Unidos actúa como un sheriff global para
confrontar con la insurgencia popular y la inestabilidad geopolítica. Como la
primera potencia garantiza la reproducción mundial del capital, obtiene un gran
financiamiento externo acumulando desequilibrios, que serían inadmisibles para
cualquier otro país. La supremacía del Pentágono determina la gravitación de
Wall Street, el dólar y los Bonos del Tesoro".
Ahora bien, un proceso que debemos
destacar, es el siguiente, desde 2008 el imperialismo norteamericano ha
desplegado una contraofensiva en el continente latinoamericano y caribeño para
frenar el movimiento popular que ha dado golpes contundentes durante la última
década contra el neoliberalismo, contra las pretensiones del imperialismo
sintetizadas en propuestas recolonizadoras como el ALCA. Este movimiento
popular que en algunos países se constituyó en gobiernos que avanzan en la
construcción de espacios integradores como el ALBA-TCP, sufrió un duro revés
con el Golpe de Estado al gobierno democrático de Honduras en junio del 2009.
Este Golpe de Estado, el ataque por
parte del estado terrorista colombiano a territorio ecuatoriano, el asesinato
de algunos comandantes del secretariado de las FARC-EP; la destitución de la
senadora Piedad Córdoba; la reactivación de la IV Flota (despliegue naval y
aéreo estratégico con capacidad nuclear); la ocupación militar a Haití (20 mil
soldados); la presencia de una flota en Costa Rica (46 buques de guerra de la
Armada de los Estados Unidos, 200 helicópteros y aviones de combate, y 7.000
marines); el intento de Golpe de Estado al gobierno ecuatoriano; las victorias
electorales en Chile, Costa Rica y Panamá son las acciones más relevantes de la
contraofensiva imperialista en la región. Se trata sin duda de un despliegue de
fuerzas para contener el avance de la revolución en el continente, para cercar
los procesos de Venezuela, Bolivia, Ecuador, Cuba y Nicaragua fundamentalmente.
Bajo la excusa de la lucha contra el
narcotráfico y el terrorismo, el imperialismo norteamericano se presta a
agredir los pueblos latinoamericanos y caribeños; se prepara a dar al traste
con los gobiernos revolucionarios, progresistas y democráticos de la región
para restituir el proyecto del ALCA y perpetuar su dominación en lo que ellos
denominan su patio trasero; se trata de un capítulo más en la lucha de clases
mundial que enfrenta a la burguesía monopólica contra los trabajadores y
trabajadoras de todo el planeta.
Los imperialistas impulsados por la
lógica de acumulación del capital no toleran ningún rastro de soberanía
nacional, no aceptan la autodeterminación de los pueblos porque esta va en
contra de los intereses de los monopolios; es decir que la tendencia del
imperialismo en su actual estado de crisis es a la desnacionalización forzosa,
aunque estos gobiernos independientes sean de derecha. Ya lo viene advirtiendo
el Comandante Hugo Chávez (2011):
"Hay un plan, una verdadera
estrategia continental de la derecha y la extrema derecha para tratar de frenar
por todas las vías posibles esta corriente revolucionaria, socialista, popular,
que se desató en América Latina y que nos ha convertido en el epicentro de los
grandes cambios que están ocurriendo en el mundo" (p.15).
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